sábado, marzo 21, 2009

" Doña Chayito "


     Rosario Iglesias Rocha, doña Chayito, voceadora de toda la vida, tenía unos ojos picaros e inocentes, que se confirmaban con la jovialidad de sus palabras. Por aquellos tiempos, en alguna extensa entrevista, llegó a comentar, un tanto sorprendida por sus éxitos: “Yo no conocí esa vitamina que dicen se la toma uno y es como si se hubiera comido una gallina. Mis vitaminas son mis frijoles y el chile…”. Y con esa dieta, a base de chile y frijoles negros, complementada de un entrenamiento que consistía en ir y venir desde muy temprano por los numerosos edificios de la colonia Nápoles, donde entregaba los periódicos, se fue consolidando la atleta que conmovió a México, y que incluso, para estupor de millones de habitantes, fue recibida por el presidente en Los Pinos. El día 13 de septiembre de 2001 fue recibida en el salón de usos múltiples de la residencia oficial de Los Pinos por el entonces presidente Vicente Fox, a quien confesó sentirse muy orgullosa de todos los logros que conquistó.
 "No se requieren grandes instalaciones ni sofisticados lugares en dónde practicar. Hagamos ejercicio todos los días, eso nos va a dar fortaleza espiritual, fortaleza física, nos va a permitir sacar adelante nuestro trabajo y además nos va a permitir construir un gran país", dijo a Fox Quezada.
    Además, el entonces titular de la Comisión Nacional del Deporte, Nelson Vargas, concedió a "Chayito" un apoyo de cuatro mil pesos mensuales como reconocimiento a su esfuerzo.
Al volver de su primera competencia internacional, luego de ganar cuatro medallas en un Mundial para Veteranos en Japón, sentada frente a su viejo puesto de periódicos de la calle de Pennsilvania, expresó, con ese cuerpo tan pequeño y frágil parecido al de una niña: “Tengo que ir a Tacubaya en busca del templo del Niño de la Suerte. Cuando lo encuentre, le pediré que me unte de su bálsamo en mis pies para que no me duela nada”.
Doña Chayito debió encontrar el templo, porque en adelante, comenzó a volar sobre las pistas de tartán con una sonrisa de chamaca traviesa, al grado, que hasta don Francisco, el conductor de Sábados gigantes, le pagó al pasaje a ella y a su nieto, para poder entrevistarla en la ciudad de Miami.
Eran tiempos en lo que la abuelita se dejaba querer, y hasta llegó a confesar, algo divertida, que nunca imaginó, y menos en el ocaso de su vida, que de pronto, empezaría a correr contra rivales de muchísimas naciones. “Una mañana, noté que un señor me observaba. Lo hacía con curiosidad. Creo que le llamó la atención verme muy girita y desenvuelta, sin parar de subir y bajar edificios. Que me sigue y a la mitad de la cuadra, me preguntó: ‘¿Le gustaría correr en pista? Que me le quedo viendo incrédula. Y le contesté: ‘¡Ay, señor! Si de eso, estoy pidiendo mi limosna”.
     Chayito se inició en el deporte a los 80 años y logró imponer cinco marcas mundiales para su categoría. En el 2004, portó la antorcha olímpica ante decenas de miles de personas durante el paso de ésta por suelo mexicano en su recorrido hacia Atenas.
Su necesidad de ir a toda prisa por una pista de atletismo, la obligaría con los años, casi contra su voluntad, a tener que firmar autógrafos a las decenas de personas, que a la sombra de su puesto, sentada sobre una destartalada silla sin respaldo, descubrían en ella a la campeona que rompía marcas en el extranjero.
Doña Chayito, la mujer que guardaba sus más de cien medallas en una caja de cartón; la campeona que siempre insinuó que no había nada mejor para motivarse, que comer unos tacos de guacamole con chicharrón.
     Durante su vida "Chayito" cosechó 104 triunfos, obteniendo 31 medallas en competencias internacionales y 72 en nacionales, en carreras de 1500, 800, 400 y 200 metros.
La anciana deportista se ganaba la vida con la venta de periódicos en la colonia Nápoles, y su familia se compone de dos hijas, 15 nietos, 30 bisnietos y 10 tataranietos.
      "En 1991 empecé a correr dice Chayito"
Siempre veía yo que corrían los del maratón, y me preguntaba: ¿cómo le harán?, ¿a quién le pedirán permiso para correr? Me daban ganas de meterme a correr y que me recibieran así vestida, ¡qué es eso de andar encuerados! Me daba vergüenza usar los pantalones cortos y la playera.  Le entregaba periódico a un señor Miguel Ramírez, que trabajaba por aquí, y él me invitó a correr. Fue en 1991, hace no muchos años. Por eso digo que soy una novata. Me inscribió en unas carreras en Jalapa, Veracruz.
-¿Qué necesito llevar? ¿Qué compro? ...Usted nada más pone su persona -me dijo.
Agarré mi rebozo y vámonos. Me llevaron a un centro comercial; era un viernes en la tarde, bien me acuerdo. Me compraron estos tenis que traigo ahora puestos, el pantalón corto y una camiseta.   Corrí tres veces y me dieron tres trofeos por el primer lugar. Terminaba de correr y me ponía mis enaguas, pues me daba vergüenza andar así vestida como deportista.
       En Japón, en 1993, corrí en cuatro carreras. Gané una medalla de oro en 400 metros, dos de plata en 800 y 1,500 y una de bronce en 200. Son medallas bonitas, grandotas. Y a ese viaje no iba a ir, ya me había quedado.  Hice el viaje en avión. Los que ya estaban ahí me preguntaron al llegar al hotel que cómo me sentía.  ¿Cómo me siento de qué?
-¿No le cayó mal el viaje? ¿No le dieron ganas de vomitar?
     A otros sí les ocurrió, pero yo no sentí nada, para mí era lo mismo estar aquí que allá. Extrañé a mi país porque no había tortillas, no había chile, no había frijoles... De eso sufrí. El arroz creo que nomás lo hierven, y no le ponen sal. Lo que sí había era muchas papitas fritas, y eso comí. Todo era diferente. Fueron dos semanas sin tortillas, fíjese.
     En Búfalo, este año, perdí una carrera. Nada más traje tres medallas pero de tres primeros lugares. Este viaje fue diferente, no supe quiénes eran los de ahí; en Japón sí los pude identificar, por los ojos rasgados.  Al correr no me siento menos ni me pongo nerviosa. 
      Siento gusto cuando llego a la meta y todos me aplauden.  Dicen que en la pista parezco una muñeca corriendo, como me ven chiquita.
    Durante una entrevista, con esa mente despiertísima, dijo en voz baja, como si fuera a revelar un secreto: “La gente me aconseja que coma avena para alargar la vida. Yo les respondo que para alargar la vida sólo nuestro Padre Santísimo. No siento ningún temor, porque cuando yo muera voy a reencarnar. Pero no lo haré en una rosa, porque me cortan. Ni en un animal, porque es feo. Lo haré en otra persona e iré a competir a unos Juegos Olímpicos”.
      Nacida en México el 31 de agosto de 1910 Doña Chayito murió el pasado 31 de enero, a los 98 años de edad.     
Fuentes: Milenio,  Canal22,  el mañana.

1 comentario:

  1. La Grandeza Natural de una persona humilde,

    La Vergüenza para algunos mexicanos Arrogantes y Rateros.

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