domingo, septiembre 09, 2012

" Fordlandia: La fracasada Utopia de Henry Ford en el Amazonas "


En la década de 1920, tratando de romper el dominio europeo de la industria del caucho, Henry Ford imaginó y creo desde cero un nuevo mundo corporativo en Sudamérica: Forlandia, a la que pronto siguió Belterra.

Ford Motor Company construyó, entre el bosque amazónico, modernas fábricas inspiradas en los principios del fordismo e intentos de suburbios hechos a imagen y semejanza de su sociedad ideal, una forma de fordismo social genuinamente estadounidense. El ordenado y jerarquico fordismo trató de abrirse camino en un nuevo mundo.
Desde que creó su importante empresa de automóviles a principios del siglo XX, Henry Ford se había convertido en uno de los empresarios más ambiciosos y con mejor visión de negocio que había en los Estados Unidos.
El floreciente negocio de la automoción llevó a sus factorías a fabricar cientos de miles de coches del modelo Ford T a tal ritmo que había más demanda que oferta.
Uno de los inconvenientes con los que se encontró fue el altísimo precio que debía pagar por el caucho, necesario para fabricar los neumáticos. Este era controlado desde el sudeste asiático por británicos y holandeses que monopolizaban las plantaciones del negocio del caucho.
Los números no le salían a Henry Ford y veía como gran parte de los beneficios conseguidos por la venta de sus autos iban destinados directamente para pagar el material necesario con el que desarrollar los neumáticos.
En 1928 contrató a un grupo de ingenieros a los que encargó buscar el lugar idóneo en el que realizar una gran plantación de heveas (el árbol productor del látex con el que se realiza el caucho). Esto llevó a la empresa Henry Ford Company a comprarle al gobierno de Brasil 25,000 kilómetros cuadrados de terreno en pleno Amazonas.
Un terreno fértil y propicio para llevar a cabo el ambicioso proyecto de Ford de controlar su propia plantación y fabricación de caucho en todo el continente americano. El lugar fue bautizado con el nombre de Fordlândia y hasta allí se trasladó un gran número de empleados de la factoría de Detroit bajo unas inmejorables condiciones laborales y unos salarios muy por encima del que ganaban en sus puestos de origen.

Foto: Power house, Fordlandia. 1935.
Para ello se diseñó y construyó una ciudad como si estuviera en los mismísimos Estados Unidos, en la que no faltaba ningún tipo de servicio y lugares de ocio y cuyas casas prefabricadas nada tenían que envidiar a las que habían dejado atrás. Estos trabajadores serían reemplazados en un corto periodo de tiempo por mano de obra local. Trabajadores nativos que cobrarían una décima parte de lo que percibía un norteamericano y a los que se les impondría un severo y estricto modelo de vida yanqui.
Seringueiros nativos contratados para trabajar en Fordlandia (Michigan History Magazine)
No hay que olvidar que Henry Ford impulsó la cadena de montaje deshumanizada y era un antisemita de pro, y que también se caracterizaba por ser todo un hombre de negocios que trataba a los trabajadores nativos como si fueran oficinistas: les asignaba números de identidad y les imponía una jornada laboral de 9:00 a 17:00 bajo un ardiente sol tropical. Incluso impuso la ley seca, el uso de baños públicos (de mal gusto en la región) y las ventanas con cristales, que dejaban pasar el calor al interior de las viviendas pero no lo evacuaban. Y es que Ford era un hombre demasiado apegado a sus costumbres: en sus fábricas de coches sostenía que el cliente podía tener su coche del color que quisiera, siempre que el color fuera el color negro.
Se les obligaba a vestir las mismas ropas, a tener una dieta alimenticia basada en hamburguesas y comida típica estadounidense, guardar las mismas fiestas e idolatrar a los mismos ídolos.

_ _ Foto: Arboles de caucho de 4.5 años de edad
A pesar de que la ciudad y sus habitantes estaban en pleno funcionamiento en tan solo un año, la producción de caucho no terminaba de arrancar, debido a que la primera fase de plantación se vio afectada por una plaga, a causa de la masificación de árboles, ya que en las inmediaciones del rio Tapajós (un afluente del Amazonas) se realizó la plantación de 200 heveas por cada acre de terreno, cuando en realidad lo aconsejable hubiese sido un número muchísimo menor.
Henry Ford había comenzado a realizar este faraónico proyecto sin contar con la opinión y colaboración de ningún experto en botánica, lo que propició este primer fracaso. Pero más problemas se sumaron a los que ya tenía, ya que la insatisfacción de los trabajadores nativos contratados y las condiciones laborales y de modo de vida impuestas hicieron que se iniciasen una serie de protestas que acabó en una reyerta, de la cual muchos de los trabajadores procedentes de Norteamérica pudieron huir y ya no hubo manera de hacerlos volver.
Tan solo había pasado un año desde que se puso en marcha el proyecto y no se había conseguido ninguno de los resultados esperados. Henry Ford decidió volver a contratar nuevos seringueiros (trabajadores que se encargan de extraer el caucho) traídos desde las Barbados, lo que molestó a los nativos y la tensión en Fordlândia no remitió.
En 1933 las plantaciones seguían sin dar los resultados deseados y fue entonces cuando contrató los servicios de un botánico, quien advirtió del mal estado de la tierra en la que se habían plantado las heveas y recomendó el cambio de ubicación hacia otra zona, buscando el lugar más adecuado y encontrándolo a una cincuentena de kilómetros río arriba.

Se abandonó por completo la ciudad de Fordlândia y se creó otra nueva que debería dar los frutos del ambicioso proyecto. La nueva población fue bautizada como "Belterra". Pero, a pesar de que el terreno era mucho más fértil y las condiciones más favorables, no terminó de cuajar y en 1942 tan solo se había conseguido producir 750 toneladas de caucho, cuando las previsiones eran de 38.000 toneladas.
La aparición del caucho sintético fue la estocada final al proyecto de producir caucho natural, y en 1945 Henry Ford decidió ponerle fin después de 16 años y más de 20 millones de dólares perdidos. En todo ese tiempo, el empresario no viajó ni una sola vez hasta allí.
Los miles de kilómetros de terreno fueron revendidos al gobierno de Brasil por el irrisorio precio de 250.000 dólares.
Hoy en día todavía sigue en pie la mayoría de las infraestructuras y viviendas construidas tanto en Fordlândia como en Belterra, estando ocupadas muchas de ellas ilegalmente, y las poblaciones se han convertido en lugar de paso en las rutas que organizan las agencias de viaje para visitar la selva amazónica.

___ Foto : Vista de las casas de los empleados de Fordlandia.


Fuente: [ 1 ], [2].

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